viernes, 28 de diciembre de 2012

Escritos y publicaciones, 29-12-2012



Gracias Rodolfo. Pero si el escrito hubiera sido laico, hubiera sido realmente verdadero. Pues, cuando no somos laicos, nos enredamos con ideas y teorías, que desvirtúan lo que escribimos. Ya que al decantarnos hacia un lado -política, religión, sistemas-, quedamos atrapados sin libertad.



Los jóvenes negros -subsaharianos en su mayoría- tienen un problema: los que se dedican a la venta ambulante, en los mercados al aire libre, de ropa, quincalla, CD -compact disc-. Ellos no tienen un sitio legal asignado para poder ocupar un lugar en la calle, donde exponer en el suelo lo que quieren vender. Por lo que son vendedores ilegales. El problema llega cuando aparece la autoridad que gestiona el mercado ambulante y la policía. Son mercados que cada día van a una ciudad diferente, aunque semanalmente vuelven, van girando, por lo que todos tienen un lugar asignado menos esos jóvenes subsaharianos.

Pasan el tiempo jugando al gato y al ratón con la autoridad, pues en los sitios donde un vendedor no ha venido, ellos lo ocupan; o en los espacios pequeños a la entrada de las calles que convergen con el mercado. Estas jóvenes y fuertes personas subsaharianas, lo primero que hacen cuando llegan, es buscar los sitios donde ha fallado un vendedor estable y fijo. Se pasan recorriendo el mercado con sus grandes bultos a la espalda o en la mano. La policía no sale hasta media mañana, por lo que ellos tienen una cierta posibilidad de exponer su mercancía. Por lo que siempre al ir en grupo, unos están alerta y vigilando para ver si viene la policía y recoger rápidamente las telas donde tienen la mercancía. Y salir corriendo para ocultarla, en cualquier sitio: un bar, un vendedor que consiente que dejen el bulto en su sitio como si fuera de él. Hay veces que incluso, han puesto su mercancía en un contenedor de basura, hasta que desapareciera la policía.

Al cabo de un tiempo, todos vuelven a aparecer asustados y temerosos, y al ver que la policía se va en dirección opuesta de donde están ellos, vuelven a poner la mercancía. Y así toda la mañana, con ese juego como si fuera el del gato y el ratón. No se sabe, ¿por qué no tienen un sitio fijo para vender igual como otros negros sí que lo tienen? Puede que sea que son demasiados, recién llegados, muy jóvenes e inexpertos, por lo que les divierte ir de un sitio a otro, sin apenas trabajar. Estando al aire libre, juntos, hablando y mirando quiénes pasan, sin importarles mucho si venden o no. Todos van limpios y aseados, ágiles y ligeros, con un cierto aire moderno en su vestimenta y el trato, sin miedo ni temor por las personas que van al mercado a pasear y a comprar, que les compran de todo lo que llevan.

Algo parecido sucede en otros sitios donde otras personas, en su mayoría orientales -Pakistán, India, árabes-, venden latas de cerveza y refrescos durante la noche a los que van por la calle, en plazas, lugares concurridos. Todos esos vendedores saben que son ilegales, que si los sorprenden les van a requisar su mercancía, pero ellos insisten desde hace algunos años en su venta. La policía exhibe de vez en cuando las miles de latas requisadas y depositadas en un almacén. Pero, los vendedores, parece no afectarles esas advertencias.

En todos los casos, los vendedores de mercancías en los mercados ambulantes, como los que venden latas de bebida por la calle de noche, los impedimentos tienen un cierto sentido. Pues al no estar registrados no se sabe quiénes son, de manera que si hubiera una responsabilidad al estar en mal estado lo que venden, no se les podría localizar. Con todo el perjuicio para los compradores. Y de la autoridad gubernativa, quien tendría que hacerse cargo de los gastos que generaran en reclamaciones, servicios médicos, etc. Ya que la autoridad, es la responsable de todo lo que sucede en un lugar, ya sea cualquier actividad en la vía pública, como en un local privado, sea el que sea.



Tenemos miedo a la libertad porque nos exponemos, somos vulnerables. Pero uno va más allá de ese miedo, si lo que quiere es tan necesario como el alimento o el agua.



Hay que tener mucha necesidad de libertad, pues la mayoría no quiere ser libre sino vivir para ganar abundante dinero y gastarlo. Y esas personas arrasan con todo. Por lo que si uno no ve la libertad, como algo necesario para sustentarnos -el dormir o el comer-, no habrá manera de ser libre. La presión podrá con nosotros. Pues ellos, no van a consentir que les cuestiones. Aunque sea con nuestra manera de encarar la vida.



Como ya dije ayer, el problema de la mujer con los hombres es de respeto, de falta de compasión. Como les pasa a los homosexuales, los discapacitados, etc., que tienen menos capacidad para encarar la vida plenamente como los demás que si lo pueden. Las leyes correctoras no van a solucionar el problema. Aunque la propaganda diga que sí, diga que se está avanzando Porque lo de dentro es más fuerte, tiene más presión que la ley.



Puede que llegue ese desastre y se convierta la tierra en un basurero. Y nos tengan que rescatar, en vehículos como si fueran unas ambulancias, los que quedarán para llevarlos a otros planetas. Y puede que no. El que lo vea, le toque vivirlo, lo sabrá. Mientras tanto, el que sea sensible, y sepa realmente lo que es el dolor, destruirá y ensuciará lo menos posible.



Esa comparación de que los perros salvajes del Sarengueti, que se les agarran a ellos unas garrapatas, puede que no sea la adecuada. Porque nosotros podemos decidir hasta cierto punto, pero tanto las garrapatas como los perros salvajes están en manos solamente de lo que la naturaleza les da. La tierra la estamos convirtiendo en un basurero. Y, ¿la tierra es cómo el perro y nosotros las garrapatas? Si es así la tierra tiene ventaja, porque los hombres podríamos cambiar, pero la garrapata me temo que no cambia su paradigma de chupar la sangre y la energía de los perros salvajes. ¿Lo ves, Enghelbertb?



Hay algo que no nos damos cuenta y por eso vamos como ciegos: todos los libros escritos, sean los llamados sagrados como los que no, han sido redactados por los hombres, ¿no? Entonces, ¿qué puede salir de un hombre si no es su propia hechura, es decir, su  división, su conflicto interno que se traduce y manifiesta en contradicciones, en enfrentamientos entre sus personajes. Todos los libros reflejan la vida, Y la vida somos los hombres y los animales. Que estamos sujetos por la ley de la vida: sobrevivir a toda costa y reproducirse.



Esta conversación-monólogo la tendrían que ver y escuchar los fanáticos católicos, los cristianos, que son tan estúpidos que creen en toda clase de supersticiones, mentiras, falsedades y cosas absurdas. Pero así y todo, ya llevan dos mil años con esas ideas y teorías. Y el éxito está en que nunca se han encarado directamente con el poder económico-político-militar-mundano, sino que han cohabitado con él.  Gracias, por la aportación, Javier.



Humberto. ¿Por qué cuándo cambiamos algo, ya sea una costumbre, una actitud arraigada en nosotros, no nos damos cuenta que es también el 'yo' el que lo consiente y acepta? Como no podría ser de otra manera, tenemos una guerra entre el 'yo' y el que está más allá de ese 'yo' –nosotros que queremos liberarnos de él-. Por tanto, sin el consentimiento del 'yo', no puede haber fin del conflicto ni de la guerra, En la guerra bélica y de bombas, que matan a miles de personas, sucede lo mismo: si gana solamente uno, esa paz es falsa, por tanto el conflicto a otro nivel estará, seguirá ahí. Pero, si uno de los contendientes dice: yo no quiero ganar ni perder, y tú tampoco has de perder ni ganar, ¿qué sucede? Eso es el fin del conflicto, la guerra, del 'yo' y del observador del ese 'yo'.

Eso se puede comprobar en cada conflicto que tenemos con la esposa, los hijos, los amigos, los vecinos, entre países, etc., todos queremos ganar, pero no perder nada. Y como eso no es posible, se genera el conflicto –que son los dos ‘yo’ enfrentados. Por tanto los dos ‘yo’ han de renunciar. Y si renuncian desaparecen, han ido más allá del ‘yo’ y todo lo que genera: división, conflicto, celos, envidia, codicia. Y por eso, es preciso que el ‘yo’, se dé cuenta que es el obstáculo, con su obstinación, para que haya orden. Eso que parece absurdo, solamente se puede comprender si lo vivimos. Pues, el resultado es algo mágico e indescriptible.

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