Gracias Rodolfo. Pero si el
escrito hubiera sido laico, hubiera sido realmente verdadero. Pues, cuando no
somos laicos, nos enredamos con ideas y teorías, que desvirtúan lo que
escribimos. Ya que al decantarnos hacia un lado -política, religión, sistemas-,
quedamos atrapados sin libertad.
Los jóvenes negros -subsaharianos
en su mayoría- tienen un problema: los que se dedican a la venta ambulante, en
los mercados al aire libre, de ropa, quincalla, CD -compact disc-. Ellos no
tienen un sitio legal asignado para poder ocupar un lugar en la calle, donde
exponer en el suelo lo que quieren vender. Por lo que son vendedores ilegales.
El problema llega cuando aparece la autoridad que gestiona el mercado ambulante
y la policía. Son mercados que cada día van a una ciudad diferente, aunque
semanalmente vuelven, van girando, por lo que todos tienen un lugar asignado
menos esos jóvenes subsaharianos.
Pasan el tiempo jugando al gato y
al ratón con la autoridad, pues en los sitios donde un vendedor no ha venido, ellos
lo ocupan; o en los espacios pequeños a la entrada de las calles que convergen
con el mercado. Estas jóvenes y fuertes personas subsaharianas, lo primero que
hacen cuando llegan, es buscar los sitios donde ha fallado un vendedor estable
y fijo. Se pasan recorriendo el mercado con sus grandes bultos a la espalda o
en la mano. La policía no sale hasta media mañana, por lo que ellos tienen una
cierta posibilidad de exponer su mercancía. Por lo que siempre al ir en grupo,
unos están alerta y vigilando para ver si viene la policía y recoger
rápidamente las telas donde tienen la mercancía. Y salir corriendo para
ocultarla, en cualquier sitio: un bar, un vendedor que consiente que dejen el
bulto en su sitio como si fuera de él. Hay veces que incluso, han puesto su
mercancía en un contenedor de basura, hasta que desapareciera la policía.
Al cabo de un tiempo, todos
vuelven a aparecer asustados y temerosos, y al ver que la policía se va en
dirección opuesta de donde están ellos, vuelven a poner la mercancía. Y así
toda la mañana, con ese juego como si fuera el del gato y el ratón. No se sabe,
¿por qué no tienen un sitio fijo para vender igual como otros negros sí que lo
tienen? Puede que sea que son demasiados, recién llegados, muy jóvenes e
inexpertos, por lo que les divierte ir de un sitio a otro, sin apenas trabajar.
Estando al aire libre, juntos, hablando y mirando quiénes pasan, sin
importarles mucho si venden o no. Todos van limpios y aseados, ágiles y
ligeros, con un cierto aire moderno en su vestimenta y el trato, sin miedo ni
temor por las personas que van al mercado a pasear y a comprar, que les compran
de todo lo que llevan.
Algo parecido sucede en otros
sitios donde otras personas, en su mayoría orientales -Pakistán, India,
árabes-, venden latas de cerveza y refrescos durante la noche a los que van por
la calle, en plazas, lugares concurridos. Todos esos vendedores saben que son
ilegales, que si los sorprenden les van a requisar su mercancía, pero ellos
insisten desde hace algunos años en su venta. La policía exhibe de vez en
cuando las miles de latas requisadas y depositadas en un almacén. Pero, los
vendedores, parece no afectarles esas advertencias.
En todos los casos, los
vendedores de mercancías en los mercados ambulantes, como los que venden latas
de bebida por la calle de noche, los impedimentos tienen un cierto sentido.
Pues al no estar registrados no se sabe quiénes son, de manera que si hubiera
una responsabilidad al estar en mal estado lo que venden, no se les podría
localizar. Con todo el perjuicio para los compradores. Y de la autoridad
gubernativa, quien tendría que hacerse cargo de los gastos que generaran en
reclamaciones, servicios médicos, etc. Ya que la autoridad, es la responsable
de todo lo que sucede en un lugar, ya sea cualquier actividad en la vía
pública, como en un local privado, sea el que sea.
Tenemos miedo a la libertad
porque nos exponemos, somos vulnerables. Pero uno va más allá de ese miedo, si
lo que quiere es tan necesario como el alimento o el agua.
Hay que tener mucha necesidad de
libertad, pues la mayoría no quiere ser libre sino vivir para ganar abundante
dinero y gastarlo. Y esas personas arrasan con todo. Por lo que si uno no ve la
libertad, como algo necesario para sustentarnos -el dormir o el comer-, no
habrá manera de ser libre. La presión podrá con nosotros. Pues ellos, no van a
consentir que les cuestiones. Aunque sea con nuestra manera de encarar la vida.
Como ya dije ayer, el problema de
la mujer con los hombres es de respeto, de falta de compasión. Como les pasa a
los homosexuales, los discapacitados, etc., que tienen menos capacidad para
encarar la vida plenamente como los demás que si lo pueden. Las leyes correctoras
no van a solucionar el problema. Aunque la propaganda diga que sí, diga que se
está avanzando Porque lo de dentro es más fuerte, tiene más presión que la ley.
Puede que llegue ese desastre y
se convierta la tierra en un basurero. Y nos tengan que rescatar, en vehículos
como si fueran unas ambulancias, los que quedarán para llevarlos a otros planetas.
Y puede que no. El que lo vea, le toque vivirlo, lo sabrá. Mientras tanto, el
que sea sensible, y sepa realmente lo que es el dolor, destruirá y ensuciará lo
menos posible.
Esa comparación de que los perros
salvajes del Sarengueti, que se les agarran a ellos unas garrapatas, puede que
no sea la adecuada. Porque nosotros podemos decidir hasta cierto punto, pero
tanto las garrapatas como los perros salvajes están en manos solamente de lo que
la naturaleza les da. La tierra la estamos convirtiendo en un basurero. Y, ¿la
tierra es cómo el perro y nosotros las garrapatas? Si es así la tierra tiene
ventaja, porque los hombres podríamos cambiar, pero la garrapata me temo que no
cambia su paradigma de chupar la sangre y la energía de los perros salvajes. ¿Lo
ves, Enghelbertb?
Hay algo que no nos damos cuenta
y por eso vamos como ciegos: todos los libros escritos, sean los llamados
sagrados como los que no, han sido redactados por los hombres, ¿no? Entonces,
¿qué puede salir de un hombre si no es su propia hechura, es decir, su división, su conflicto interno que se traduce
y manifiesta en contradicciones, en enfrentamientos entre sus personajes. Todos
los libros reflejan la vida, Y la vida somos los hombres y los animales. Que
estamos sujetos por la ley de la vida: sobrevivir a toda costa y reproducirse.
Esta conversación-monólogo la
tendrían que ver y escuchar los fanáticos católicos, los cristianos, que son
tan estúpidos que creen en toda clase de supersticiones, mentiras, falsedades y
cosas absurdas. Pero así y todo, ya llevan dos mil años con esas ideas y
teorías. Y el éxito está en que nunca se han encarado directamente con el poder
económico-político-militar-mundano, sino que han cohabitado con él. Gracias, por la aportación, Javier.
Humberto. ¿Por qué cuándo
cambiamos algo, ya sea una costumbre, una actitud arraigada en nosotros, no nos
damos cuenta que es también el 'yo' el que lo consiente y acepta? Como no
podría ser de otra manera, tenemos una guerra entre el 'yo' y el que está más
allá de ese 'yo' –nosotros que queremos liberarnos de él-. Por tanto, sin el
consentimiento del 'yo', no puede haber fin del conflicto ni de la guerra, En
la guerra bélica y de bombas, que matan a miles de personas, sucede lo mismo:
si gana solamente uno, esa paz es falsa, por tanto el conflicto a otro nivel
estará, seguirá ahí. Pero, si uno de los contendientes dice: yo no quiero ganar
ni perder, y tú tampoco has de perder ni ganar, ¿qué sucede? Eso es el fin del
conflicto, la guerra, del 'yo' y del observador del ese 'yo'.
Eso se puede comprobar en cada conflicto
que tenemos con la esposa, los hijos, los amigos, los vecinos, entre países, etc.,
todos queremos ganar, pero no perder nada. Y como eso no es posible, se genera
el conflicto –que son los dos ‘yo’ enfrentados. Por tanto los dos ‘yo’ han de
renunciar. Y si renuncian desaparecen, han ido más allá del ‘yo’ y todo lo que
genera: división, conflicto, celos, envidia, codicia. Y por eso, es preciso que
el ‘yo’, se dé cuenta que es el obstáculo, con su obstinación, para que haya
orden. Eso que parece absurdo, solamente se puede comprender si lo vivimos.
Pues, el resultado es algo mágico e indescriptible.
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