Yevakte. El reto es ahora.
Siempre ahora. Y en ese actuar ahora se genera el orden. Y por eso se dice:
hombre limpio, hombre quieto.
Vamos a ver, Yevakte, voy a hacer
una pregunta: ¿Dónde se ubica el universo? Y, ¿dónde se ubica eso que ubica al
universo? Como ves, somos bastante pobres para encararnos con la realidad. Por
tanto, cuando queremos agarrarnos a una idea o teoría estamos en el más
absoluta error.
No te equivoques, Yevakte, el
control es una ilusión. Porque, ¿quién es el que controla? ¿El controlador y lo
que controla no son lo mismo? Por tanto, el control es una idea, que termina en
el momento en que nos damos cuenta que estamos divididos internamente. Pues si
no hay división, no hay nada que controlar. Pues, la ausencia de división, es
el orden y es amor.
Le damos importancia a las modas
y sus maneras. Pero mientras el paradigma de división y conflicto, del querer
ganar, vencer, esté en nosotros, todo será básicamente lo mismo.
Solamente cambia lo superficial,
lo externo -la manera de vestir, de comer, de desplazarnos-. Pero
psicológicamente somos como siempre: egoístas y crueles.
Te equivocas con el nacionalismo
catalán que, como todo nacionalismo: el español, el alemán, inglés, francés, ruso,
etc.-, lo que quieren es ser soberanos e independientes, con sus fronteras,
etc. Por lo que, los catalanes siempre han luchado por su país y siempre lo van
a hacer. El que no lo vea ni comprenda es porque no quiere verlo, porque no le
interesa. Es decir, siempre estará en lucha para ser independiente. Para
comprenderlo mejor, ponte en el lugar de los catalanes, seguramente no lo
verías de la misma manera como lo ves ahora, como un nacionalista centralista
español. Recuerda que quieren la independencia: obispos, curas, frailes,
intelectuales, catedráticos, escritores, artistas, deportistas, empresarios
–todos de primera línea- y todo el pueblo llano. Los únicos que se oponen a la
independencia es el PP y su extrema derecha anticuada y romántica.
La mente que habla es el
pensamiento. Y como pensamiento que es, es también el 'yo'. Y el
pensamiento-mente-'yo', está condicionado para resolver problemas, por lo que
siempre está viendo problemas.
La mente, que es la unión del
cuerpo y el pensamiento, no ve ningún problema. La dificultad está en que esta
unión es recurrente, va y viene. Pero cuando
comprendemos, que de la única forma que podemos vivir es de esa manera
recurrente entre la unión total, el orden, el amor, y el desorden, la división,
el conflicto, al no huir de eso, sino ir más allá, dejamos de estar divididos.
Y volvemos al orden, a la unión, al amor. El problema, el obstáculo, siempre es
la división, la fragmentación interna.
Cuando uno vive en un dictadura
sanguinaria, después de una guerra civil –donde se han asesinado un millón de
hombres, aparte de los huidos, exiliados, lisiados, etc-., todo se convierte en
las maneras de esa dictadura. Uno vivió en esos momentos donde todo era ensalzar
la victoria, la fuerza, el valor, despreciar a los tibios, flojos, a los
vencidos. Los vencedores eran arrolladores en todos los ámbitos, sin que se
escapara ninguno. Pues no había oposición, todos los partidos, sindicatos,
asociaciones e instituciones, etc., que no eran adictas al régimen dictatorial,
cruel y sanguinario, estaban prohibidos, fuera de ley. Y el que quebrantaba la
ley, lo detenían, le daban alguna paliza, lo torturaban e iba a prisión.
Por tanto, en este ambiente tan cruel,
naturalizado e institucionalizado, ya que los vencedores no querían por ninguna
de las maneras que se les cuestionara o pusieran en peligro la victoria, vivían
las personas contagiadas por ese frenesí victorioso, ensalzando al ejército,
sus maneras, su caudillo y generales. Por lo que había una violencia doméstica,
entre las personas que convivían en una misma casa, en el vecindario, en el
trabajo, en la calle.
Y en ese ambiente, que la iglesia
católica –temerosa de los perdedores de izquierda- toleraba y avivaba a su
manera –en la misa en un momento se decía: ‘Dios guarde al caudillo y a su
ejército’-, los más débiles eran los que más sufrían ese terror que todos
encontraban tan natural. Por lo que las mujeres, de todas las clases sociales,
soportaban la discriminación, los malos tratos psíquicos, golpes físicos. Pero
nadie decía nada. Era tanto el miedo, que todos callaban y lo soportaban. En
esos momentos, imperaba la pena de muerte por medio del garrote vil y se
ejecutaban a las personas, sin que la opinión pública ni la iglesia católica
dijeran absolutamente nada.
Uno vio en un barracón de feria,
delante de las personas, golpear un feriante a su mujer en la cara. Y, la mujer
soportarlo sin huir ni gritar ni quejarse, sólo soportaba los golpes con una
especie de resignación e indolencia, en la
que sólo al recibir el golpe levantaba un poco los hombres como
queriendo acurrucarse. Ella estaba allí, sin miedo aparente, alrededor de las
diez de la noche, en un día de finales de verano.
Por lo que el ambiente, aunque no
es determinante para algunas personas, para la mayoría es definitivo. Ensalzar
las marchas militares por las calles de los pueblos, cantando y exhibiéndose,
el desprecio, la aniquilación, y la actitud implacable con los vencidos, era un
ambiente violento que nadie de los vencedores encontraba inhumano ni
antirreligioso, ni contrario a Jesucristo, su compasión y su amor por todos los
seres humanos. Al contrario, todo era una mezcla absurda donde el cristiano,
católico, podía ser cruel, maltratar, asesinar, sin ningún escrúpulo o problema. El domingo todos
a misa, a comulgar –los había de comunión diaria-. Pero, luego a seguir con la brutalidad, la crueldad
y la violencia.
Eso demuestra que el pensamiento puede inventar, ver y oír
cualquier cosa que le convenga. Por eso, se creó la inquisición, se hacen las
guerras, las contiendas familiares o en los bares y calles. Porque, se inventan
los motivos para enfrentarse, pelearse y hacerse la guerra. Por eso, hay que ir
con cuidado de no inventarse la realidad que más le gusta y le conviene a uno.
Porque el resultado va a ser la división y el conflicto. Y a entrar en la
crueldad de la violencia y las matanza. Yavakte, no solamente se mata con un
arma de fuego, se mata de muchas otras maneras: inventando otras realidades.
La seguridad psicológica tiene su sentido a cierto nivel.
Pero hacer de la búsqueda de seguridad el modus operandi de la vida, una
obsesión, es cuando realmente empiezan los problemas.
Es como teniendo un coche -que tiene sus problemas:
cuidarlo, ponerle gasolina, etc.-, queremos tres o cuatro.
Es muy difícil mirar cada pensamiento que surge sin huir de
él. Pero en la huida hay división. Por lo que entramos en conflicto con la
realidad. Si miramos a eso que no nos gusta, todo se aquieta con la llegada del
orden.
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