lunes, 31 de diciembre de 2012

Colaboraciones, 1-1-2013



Cuando os estaba viendo, veía a personas petulantes y vanidosas. Todos habíais triunfado. Pero es un triunfo vulgar. Pues lo más vulgar en la vida es triunfar, ya que todos lo quieren. Y en todo eso está el error, la mano del establishment, de la mundanalidad. Ese programa que se precia de que es tan religioso, ayer fue el más pagano y mundano. Porque, solamente decir que las obras de arte son las extravagantes, escandalosas y ruidosas, llenas de vanidad; las que los poderosos quieren, porque les conviene, que triunfen para que todo siga igual en su vida burguesa e irreligiosa; demuestra lo banales y superficiales que sois.

Para un hombre religioso –no el teatro de las religiones organizadas con su pompa y la superstición-, toda la vida es arte. Porque el arte es estar unido a eso que estamos haciendo. ¿Por qué no puede haber arte en una persona que ayuda a fabricar zapatos, en un cocinero, un panadero, un albañil, un agricultor haciendo posible que se puedan comer sus frutos y mieses? ¿Por qué no hay arte en lo que hace un maestro, profesor, en una mujer de la limpieza, en un conductor de taxis o camiones, un piloto de aviones? No veis el arte en todo lo que es la vida, porque habéis entrado en la rueda de los negocios, porque os arrodilláis ante los editores, los promotores, ante los propietarios y directores de las salas de exposiciones. No es posible triunfar en este mundo corrupto e inmoral, si no participamos en él: mentir, ser hipócrita, indolente e insensible al dolor de los demás, a los que desplazamos porque los vemos como nuestros oponentes, un obstáculo para nuestro triunfo.

Y siguiendo con la superficialidad y la banalidad de los vanidosos, de los que se creen la élite, los elegidos –que se aprovechan de la ignorancia de los demás-, ¿qué serían si no hubiera sido por la ayuda del carnicero que sacrifica los animales para que nos alimentemos, de los sastres y fabricantes de ropa, de los mecánicos, pintores, carpinteros, de los médicos y enfermeras, las presentadoras de los programas de televisión, etc.? Mientras esos triunfadores, pasaban horas y horas enseñándose en la academia, en su estudio particular, etc., esos artistas anónimos que nadie reconoce, estaban haciendo posible al artista vanidoso e insensible a la verdadera realidad: que todos somos básicamente iguales en lo psicológico. Pues todos sufrimos si nos desprecian, si nos infravaloran, si nos tratan sin respeto alguno, con indiferencia, con brutalidad y con crueldad. ¿No les parece? ¿Hacen todo eso ustedes en sus vidas, con los que les sirven, que les tienen miedo porque se ha convertido en un tirano inabordable e invulnerable?

Pero sin  ser vulnerables, no tendremos amor. Y, si no tienen amor –que es compasión- todo lo que hacen es basura, es lo viejo y repetitivo que vuelve una y otra vez. Porque tienen miedo de perder el favor de quienes les pagan, les sacan en la prensa y en televisión como hoy en ese plató. ¿Creen que el director del programa –los que mandan del canal de televisión-, si ustedes no fueran como animales domesticados, les hubieran pagado para que hablaran ahí en el plató, para hacer de relleno? Pues todo está pactado, todo está controlado, todo es como una mafia. ¿Puede haber ahí arte? No seamos infantiles, banales, superficiales. Ustedes hacen el arte para poder vivir como lo hacen, en  seguridad, para sentirse seguros.

Y la búsqueda de seguridad, que no existe ni puede existir en absoluto, es lo que nos divide de lo que es, de la realidad: la inseguridad. Así que, ¿puede alguien dividido crear algo realmente nuevo, creativo, lleno de compasión por la vida, algo que realmente beneficie a toda la humanidad? No lo puede. Pues, mientras haya división interna, el conflicto también está ahí. Y el conflicto genera el desorden, la confusión, la anarquía, el dolor y el sufrimiento. Así que, el arte es la unión con todo lo que hacemos, sea lo que sea. Si no hay división hay una obra de arte. Pero los que mandan en todos los ámbitos, los que tienen el poder, quieren y necesitan la división, el conflicto, el enfrentamiento, la victoria y la derrota, necesitan la confusión para poder seguir con sus mentiras –de ahí el pan y circo romano aunque costara miles y miles de vidas por diversión y placer, algo parecido con la tortura y asesinato violento de los toros-.

Y el artista es el que señala e informa que sin libertad somos feos, inhumanos y crueles, despiadados y tiranos. Por eso, los que tienen el sentido de la belleza no quieren triunfar, pues saben que el precio del triunfo es perder la libertad. Y la libertad es la pureza, la ausencia de corrupción.



Todo depende de la energía que tengamos para responder al que nos lanza un reto, que nos menoscaba, nos infravalora, nos dice tonterías. Si estuviéramos al punto de energía -ni sobrante ni que falta- gozaríamos de lo que nos dicen y no responderíamos. Y si respondiéramos lo haríamos de manera para explicar claramente que lo que dicen de nosotros, no es lo que se dice, no es real. Y ahí se acabaría todo. Ahora bien, si estamos rebosantes de energía como para hacer veinte  kilómetros caminando, entonces esa energía ha de salir de una manera o de otra, generando las réplicas y contra réplicas que parecen no tener fin.



La realidad será una ilusión o no, pero eso es lo que hay. Es como el ego, el 'yo', que es una ilusión, pero está ahí. Y cuando existe algo, no se le puede despachar con palabras, sino que se tiene que comprender y ver qué se puede hacer con eso, a pesar de que nos guste o no.



Es verdad, Enghelbertb, que el temperamento que uno tiene parece ser que está más allá de uno y de sus posibilidades de cambiarlo o alterarlo. Pero volvamos, a la inteligencia que es amor. Cuando uno tiene amor todo es un divertimento con cada cosa que hace, porque no tenemos el deseo, que nos genera ansiedad, avaricia, codicia, vanidad, para conseguir eso que queremos y que creemos que es lo correcto, lo mejor para toda la humanidad.

Por eso, uno ha de intentar que los deseos no nos lleven a esforzarnos de manera en que nos hagamos brutales y crueles. Esa es toda la cuestión: para explicar a alguien y convencerlo, si es que tiene miedo –para que lo entienda-, no hace falta una técnica matemáticamente rígida y dogmática. Sólo hace falta cariño, afecto, que es tener toda la compasión del mundo. Tú que tienes tan buenas relaciones con las mujeres sabes de lo que estamos hablando.



¿Toda idea o teoría tienen alguna realidad que nos diga que son ciertas y verdaderas? No la tienen. Porque tropiezan con el infinito. Que hace que vivamos ágiles y libres de esas creencias, ideas y teorías. Pues como todo es infinito, las posibilidades de que algo que decimos –a pesar del valor que le demos, o por lo extraordinariamente firmes que creamos en ello- puede ser negado como también afirmado de una manera infinita. Por tanto, es absurdo especular en el infinito, es una pérdida de tiempo. Porque, lo que sí sabemos es que si nos dividimos, si vivimos en conflicto internamente, eso va a salir afuera. Y va a generar toda la locura que existe en el mundo donde vivimos: que unos mueren de hambre y otros viven en toda clase de abundancia, insensibles a esas personas desafortunadas. Insensibles a que esa división es el origen que va a desencadenar toda la crueldad, la brutalidad, la violencia, y las matanzas en masa de las guerras.

Por eso, es ahí donde hemos de incidir, en poner toda nuestra energía, si es que somos afortunados y lo vemos, de manera que hagamos de eso un hecho. Todo se reduce al ver claramente algo, lo que es, la realidad. Pues en la visión clara y directa de lo que observamos o hacemos, está la verdadera acción total, que va a generar orden. Que no es tuyo ni mío ni de nadie, sino que es por la fuerza de los hechos.

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