viernes, 26 de octubre de 2012

Escritos y publicaciones, 27-10-2012



Cuando alguien nos dice: 'Vamos, despierta'. Eso no tiene ningún valor, porque el despertar solamente es cosa de uno.
Si se me permite, hay un relato que cuenta que en un lugar hacía años que no nevaba. Y las autoridades encargaron a uno para que solucionara la situación y que volviera a nevar. Buscaron y contrataron a una persona para que hiciera nevar. Y le preguntaron: '¿Qué necesita?'. 'Nada’, respondió. ‘Solamente una casa para alojarme a las afueras del pueblo'. Y al cabo de unos días nevó. La pregunta es: ¿Provocó esa persona la nieve? O, ¿la nieve y esa persona coincidieron, llegaron juntos?
 Gracias, señor.

Cuando hay atención total, no hay objeto que se observa ni observador. Cuando interviene la memoria, que es el 'yo' -el pasado-, es cuando aparece la división entre el objeto y el que lo está observando.

La interpretación no hace nacer al individuo, es la conciencia lo que nos hace individuos, seres con capacidad para ser libres, ir más allá del condicionamiento.

Es verdad que las personas se atraen unas a otras. Eso se ve claramente cuando uno está en un lugar solo mucho tiempo y ve aparecer a alguien.

Creo que será favorable para los dos compartir la amistad.

La acción de pensar se origina con la repetición de las experiencias. Eso también nos hizo conscientes de nosotros y de nuestro entorno. Y es así como lo hemos podido  manipular. Pero desafortunadamente, lo hemos manipulado para alterarlo negativamente. Es decir, hemos avanzado solamente en el ámbito técnico-científico, material, pero no en el ámbito espiritual, psicológico, en el humano. De ahí que estamos convirtiendo esta maravillosa tierra en un basurero.

El esfuerzo es cuando hay intervención consciente -la voluntad, el deseo- para manipular y alterar lo que es, lo que sucede, la realidad. Y es por eso, que al querer alterar la realidad, que hay esfuerzo con su fricción y conflicto.

El reconocimiento es la acción del 'yo'. Porque para que haya reconocimiento, ha de haber comparación, cotejar lo que se observa. Y donde hay comparación, hay división entre lo que se ve y la imagen que tengo de lo que se ve y observa. Si yo te observo a ti con una imagen, no podrá haber unión en absoluto. Porque la imagen se interpone en la relación que está más allá de las palabras. Que es cuando el observador y lo observado son lo mismo. Porque no hay  ningún fragmento, ni conflicto, como me gusta o no me gusta.

Podremos decir que todo es una ilusión, que es Maya, etc., pero si tú tienes un accidente en el coche y se muere el que va contigo, ¿eso qué es? Sea lo que sea, está claro que hay apechugar con eso. Por tanto, uno tiene que tener orden, vivir sin división ni conflicto, para que no llegue la confusión y nos veamos abocados a los desastres, a la anarquía, al sufrimiento y al dolor.

Carlos, ¿tú puedes vivir hasta que te mueras diciendo que todo es una ilusión? Si no lo vives, ¿qué sentido tiene todo eso? Será todo palabras, superstición, fanatismo. Y como eso no lo podemos llevar hasta el final. Hemos de atenernos a los hechos que nos van a condicionar: si uno roba, genera unas malas consecuencias: denuncias, ir a prisión, etc.

Por eso, Fernando, uno tiene que vivir sin desorden, que es la ausencia de conflicto y confusión, para que no nos inventemos ilusiones. Sino atenernos a la realidad, a la verdad, que ni es la tuya ni la mía, es lo que es nos guste o nos disguste.

El que reconoce es el 'yo', Fernando. Porque para reconocer se necesita tiempo. Por eso, es que el 'yo' es tiempo como pasado que recuerda o el futuro que proyecta.

“¿Quién dice qué es una ilusión?”.
El dolor que te provoca el estar inatento a lo que hacemos. Y por eso es que nos dividimos y fragmentamos de los otros.

Carlos, acláralo un poco por favor, porque no entiendo lo que dices. Gracias.

Estoy de acuerdo contigo, Carlos. Pero, lo que pretendo decir es que aunque la vida es todo una mentira, se tienen que respetar las leyes, escritas o no. Porque de lo contrario vienen los problemas indeseados y las complicaciones.

¿Reconocer es lo mismo qué la unión total? En la unión total sólo hay percepción, la consciencia activa. En el reconocimiento ha de intervenir el 'yo' que dice: ‘Esto no me gusta porque no lo conozco, porque es de fuera de donde vivo, este es negro o europeo, etc.’. Y este reconocimiento, que contrasta y coteja, es tiempo, conflicto, que nos divide. Donde hay división ahí está el 'yo'.

Por eso, que el pensamiento sólo piensa en 'su realidad' y actúa de acuerdo con ella, hay que encarar los retos negativamente. Porque de esa asunción de 'no sé', el 'yo' no puede operar. Ya que el 'yo' opera, va de lo viejo y conocido a lo viejo y conocido. Por lo que siempre estamos divididos y en conflicto.

El pensamiento sólo es adecuado en el ámbito doméstico, científico, técnico. Pero en el ámbito psicológico, espiritual, es un impedimento y un obstáculo. Porque la esencia del pensamiento es divisiva, fragmentaria, generando todos los conflictos y problemas que tenemos. Mientras el 'yo', el pensamiento, no sea comprendido, viviremos en conflicto, en violencia y en guerra, como vivimos en la actualidad. Ese es el trabajo: ver la manera de ir más allá del pensamiento, del 'yo'.

Pero uno no puede ser consciente de todo lo interno porque es infinito. Lo que sí podemos hacer es estar no divididos ni fragmentados de lo que vemos, observamos, con lo que nos relacionamos. Y si hay unión total, sin un fragmento que nos divida, tanto el consciente como el inconsciente se unen y actúan como una misma cosa, una unidad. Por eso, en realidad sólo existe la mente consciente. El inconsciente es un fragmento en forma de pasado o de futuro, que se inmiscuye en el presente, en el ahora.

La mente es capaz de inventar, ver y oír lo que quiera y necesite. Y por eso, vivimos en conflicto, en violencia y en guerra constantemente. Para que  la mente no nos engañe, hay que encarar los retos, la vida, negativamente con la actitud de 'no sé'. De esa manera, uno está libre de todo condicionamiento, del 'yo' y de todos sus infinitos inventos.

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