Finalizada la última guerra
mundial, Jiddu Krishnamurti hizo unas pláticas. Después él las transcribiría. Y
también se suscitó el dilema de las partes. JK, decía que si ejecutaban a los
vencidos -estaban juzgándolos en Nuremberg- serían también asesinos como ellos.
Por lo que la audiencia se extrañaba de esa paridad. Pero JK, era inflexible e
implacable a la hora de hacer la paridad entre vencidos y vencedores.
Cambiar el panorama, estando
solos, a veces trae buenos resultados, porque nos vemos realmente quienes
somos. Pero el problema que tenemos es que nos aferramos a esa soledad y nos
hacemos adictos. Por lo que, uno sigue dividido y en conflicto entre la parte
que quiere más y la parte que se da cuenta que está atrapado. Aunque si vemos
claramente, factualmente, como el peligro que es, la adicción dejará de ser un
problema. Porque en esa visión irá la acción de ir más allá de la adicción. El
ver claramente algo, totalmente, es comprenderlo.
Si no hay paridad, te dividirás,
Wim. Y si estamos divididos ya estamos en el mismo ámbito de los acusados.
Mientras exista el hacedor, el
'yo' que dice que hace, estará el pasado divisivo ahí.
Dios es una idea, es el pensamiento.
Todo lo demás -todo- es otra cosa: un misterio. Y como es un misterio no se
puede manejar ni manipular. Por eso, los que no creen en nada, parecen tan
peligrosos. Pues al lado de los creyentes parecen salvajes.
Los monjes si van más allá de la
ortodoxia -toda organización ha de tener ortodoxia- son reprendidos, callados,
expulsados. Como sucede en la vida cotidiana, en toda relación.
Y el otro santo, ¿cuál es? Has
descrito el malo. Ahora describe el bueno, si es que se puede describir.
El que elige una parte, genera conflicto. Y el conflicto no es
ninguna educación ni enseñanza.
No se trata de que el temor
disminuya, se trata de que cese. ¿Cómo cesará? Mediante su comprensión.
¿Para qué jugar? Jugar es
competición, es defensa y ataque, las dos cosas son lo mismo.
La cuestión es, ¿por qué decir
que eso que es universal -de todos- lo dijo fulano u otra persona por sabia y
sagrada que digan que fue? Eso condiciona y nos clava en el suelo.
Juan Carlos, Krishna, es el
pasado, está muerto. Y tú estás vivo y has de responder a los retos que te
llegan. No busques solucionar los problemas con los muertos. ¿Por qué buscas
entre los muertos al que está en los vivos?
Juan Carlos. Las peleas, ¿tienen
algún límite? Si no hay límite, entonces la violencia y las guerras no son
rechazables. Si decimos que un maestro tiene carta blanca para hacer lo que
quiera, los otros también tienen el mismo derecho de tener carta blanca, ¿no?
Porque, si no es así, entramos en el ámbito de la división. Y si hay división
toda la gracia que puede tener todo lo que hacemos, se convierte feo y
horroroso. Por tanto, todo puede ser rechazable para todos y nada es rechazable
para todos. Es de la única manera en que no nos dividimos.
Si uno puede salir de un sitio
donde hay conflicto, violencia, etc., ahí termina todo en principio. Pero el
problema está cuando no podemos salir de ese lugar tan peligroso. Todo está más
complicado, y si lo vemos no lo es tanto, pues la tierra es como una prisión
donde no podemos salir. Por lo que el problema sigue estando ahí. ¿Qué hacer
entonces si estamos encerrados sin poder huir? Primero darnos cuenta de la
situación, verla en su totalidad. Y si no huimos de ese hecho de que no podemos
salir, cesa la división, el conflicto, entre la parte que quiere huir y no
poder. Lo último, el obstáculo, es dejar de estar divididos internamente. Pues,
si no hay división llega la inteligencia, que es amor.
¿Hay alguien qué pueda decir que
una persona es un maestro -si es que ello puede ser-, que lo certifique? Uno
puede decir que esa persona es un maestro y, sin embargo, para otro ser una
birria. Uno ha de ser el maestro y el discípulo. De lo contrario ambos se
destruyen mutuamente.
Sólo son todo palabras. Y las
palabras son muy sufridas, como el papel: todo lo admiten y aceptan.
Si descartamos el 'yo', ¿qué
queda? Para descartar el 'yo', uno tiene que encarar los retos negativamente.
Es de la única manera que el 'yo' no puede operar. Pues, el 'yo' es el pasado,
lo conocido. Si encaramos un reto con la actitud de 'no sé', si lo miramos como
algo nuevo y desconocido, el 'yo' no tendrá tierra donde agarrarse.
Nos conocemos en la relación, con
los retos siempre nuevos. Pues la vida es como un río en movimiento sin parar.
Lo nuevo es el maestro.
Lo nuevo es encarar la vida en la
actitud de no sé. Así vamos a lo desconocido, lo nuevo. Allí donde el 'yo' no
interviene. Todo es belleza.
La belleza es lo nuevo, donde
nada interviene, solamente es ver eso que está ahí. ¿Quién observa y ve? Nadie,
sólo existe el ver. La nada.
La belleza está dentro de uno,
vaya donde vaya. La belleza y el silencio van juntos, porque el 'yo' y su
parloteo no están.
El silencio no ha de ser un
negocio, él ha de venir. Y viene cuando uno descarta lo negativo. Lo negativo es
la división entre 'tú' y 'yo'.
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