lunes, 22 de octubre de 2012

Escritos y publicaciones, 22-10-2012



Finalizada la última guerra mundial, Jiddu Krishnamurti hizo unas pláticas. Después él las transcribiría. Y también se suscitó el dilema de las partes. JK, decía que si ejecutaban a los vencidos -estaban juzgándolos en Nuremberg- serían también asesinos como ellos. Por lo que la audiencia se extrañaba de esa paridad. Pero JK, era inflexible e implacable a la hora de hacer la paridad entre vencidos y vencedores.
Cambiar el panorama, estando solos, a veces trae buenos resultados, porque nos vemos realmente quienes somos. Pero el problema que tenemos es que nos aferramos a esa soledad y nos hacemos adictos. Por lo que, uno sigue dividido y en conflicto entre la parte que quiere más y la parte que se da cuenta que está atrapado. Aunque si vemos claramente, factualmente, como el peligro que es, la adicción dejará de ser un problema. Porque en esa visión irá la acción de ir más allá de la adicción. El ver claramente algo, totalmente, es comprenderlo.

Si no hay paridad, te dividirás, Wim. Y si estamos divididos ya estamos en el mismo ámbito de los acusados.

Mientras exista el hacedor, el 'yo' que dice que hace, estará el pasado divisivo ahí.

Dios es una idea, es el pensamiento. Todo lo demás -todo- es otra cosa: un misterio. Y como es un misterio no se puede manejar ni manipular. Por eso, los que no creen en nada, parecen tan peligrosos. Pues al lado de los creyentes parecen salvajes.

Los monjes si van más allá de la ortodoxia -toda organización ha de tener ortodoxia- son reprendidos, callados, expulsados. Como sucede en la vida cotidiana, en toda relación.

Y el otro santo, ¿cuál es? Has descrito el malo. Ahora describe el bueno, si es que se puede describir.

El que elige una  parte, genera conflicto. Y el conflicto no es ninguna educación ni enseñanza.

No se trata de que el temor disminuya, se trata de que cese. ¿Cómo cesará? Mediante su comprensión.

¿Para qué jugar? Jugar es competición, es defensa y ataque, las dos cosas son lo mismo.

La cuestión es, ¿por qué decir que eso que es universal -de todos- lo dijo fulano u otra persona por sabia y sagrada que digan que fue? Eso condiciona y nos clava en el suelo.

Juan Carlos, Krishna, es el pasado, está muerto. Y tú estás vivo y has de responder a los retos que te llegan. No busques solucionar los problemas con los muertos. ¿Por qué buscas entre los muertos al que está en los vivos?

Juan Carlos. Las peleas, ¿tienen algún límite? Si no hay límite, entonces la violencia y las guerras no son rechazables. Si decimos que un maestro tiene carta blanca para hacer lo que quiera, los otros también tienen el mismo derecho de tener carta blanca, ¿no? Porque, si no es así, entramos en el ámbito de la división. Y si hay división toda la gracia que puede tener todo lo que hacemos, se convierte feo y horroroso. Por tanto, todo puede ser rechazable para todos y nada es rechazable para todos. Es de la única manera en que no nos dividimos.

Si uno puede salir de un sitio donde hay conflicto, violencia, etc.,  ahí termina todo en principio. Pero el problema está cuando no podemos salir de ese lugar tan peligroso. Todo está más complicado, y si lo vemos no lo es tanto, pues la tierra es como una prisión donde no podemos salir. Por lo que el problema sigue estando ahí. ¿Qué hacer entonces si estamos encerrados sin poder huir? Primero darnos cuenta de la situación, verla en su totalidad. Y si no huimos de ese hecho de que no podemos salir, cesa la división, el conflicto, entre la parte que quiere huir y no poder. Lo último, el obstáculo, es dejar de estar divididos internamente. Pues, si no hay división llega la inteligencia, que es amor.

¿Hay alguien qué pueda decir que una persona es un maestro -si es que ello puede ser-, que lo certifique? Uno puede decir que esa persona es un maestro y, sin embargo, para otro ser una birria. Uno ha de ser el maestro y el discípulo. De lo contrario ambos se destruyen mutuamente.

Sólo son todo palabras. Y las palabras son muy sufridas, como el papel: todo lo admiten y aceptan.

Si descartamos el 'yo', ¿qué queda? Para descartar el 'yo', uno tiene que encarar los retos negativamente. Es de la única manera que el 'yo' no puede operar. Pues, el 'yo' es el pasado, lo conocido. Si encaramos un reto con la actitud de 'no sé', si lo miramos como algo nuevo y desconocido, el 'yo' no tendrá tierra donde agarrarse.

Nos conocemos en la relación, con los retos siempre nuevos. Pues la vida es como un río en movimiento sin parar. Lo nuevo es el maestro.

Lo nuevo es encarar la vida en la actitud de no sé. Así vamos a lo desconocido, lo nuevo. Allí donde el 'yo' no interviene. Todo es belleza.

La belleza es lo nuevo, donde nada interviene, solamente es ver eso que está ahí. ¿Quién observa y ve? Nadie, sólo existe el ver. La nada.

La belleza está dentro de uno, vaya donde vaya. La belleza y el silencio van juntos, porque el 'yo' y su parloteo no están.

El silencio no ha de ser un negocio, él ha de venir. Y viene cuando uno descarta lo negativo. Lo negativo es la división entre 'tú' y 'yo'.

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