miércoles, 10 de octubre de 2012

Escritos y publicaciones, 10-10-2012



Total que somos racistas, somos xenófobos, queremos que los demás hagan lo que nosotros queremos. Y los que no lo hacen queremos destruirlos. Pues eso es ser racista: cuando uno discrimina y rechaza a otro por su color de piel, porque es diferente a nosotros, lo estamos destruyendo.  Es tanto, el odio que se tiene al otro que no ve el daño que provoca y genera.

Hasta que uno no se dé cuenta que uno es todos, que forma parte de una unidad indivisible. No verá lo qué es y lo que tienen que hacer.

Todo lo que existe forma parte de todo. Creer que algo es más importante, es ignorancia.

“Mientras los islamistas musulmanes arman su griterío violento los monjes budistas aparentan marchar en silencio, pero ¿Será ese silencio real también en su mente y conciencia?”
Esa pregunta se responde por si misma: el que ve es lo visto. Si vemos un ser humano eso es lo mismo que nosotros, se diga lo que se diga y se haga lo que haga. Porque tiene y participa de la misma mente común a todos.

El escrito que le envié iba dirigido a Soledad Becerril. Era, es, una información personal, como la de un amigo. No hay ni queja ni denuncia ni reclamación alguna.

El problema es: ¿Tú estás dispuesto a pasar de tu bandera, de tu tierra, de tu lengua, de tu manera de vivir? Porque si les decimos a los otros que pasen, pero nosotros no lo hacemos eso es una dictadura. Es decir, el problema es mi 'yo'. Y el problema del otro es su 'yo'. Decir: 'Yo sí que puedo, pero tú no puedes y no te dejaré'. ¿Eso dónde encaja en la inteligencia?

Parecemos diferentes en aspectos y maneras, pero internamente somos iguales. Porque participamos de la misma mente global. Uno puede sentir dolor y hacer un escandalo, un grave problema, deprimirse, ir al psiquiatra, etc. Y otro siente ese mismo dolor, pero lo comprende, vive con él y no hace tanto ruido como otro.

Bibiana, gracias por todo lo que has hecho para que lleguen a los destinatarios lo que les dirijo. Me gusta todo el diálogo. Pues nadie ha tenido un diálogo conmigo como lo hacemos. Quizás, es que van demasiado agobiados para poder tener algo de tiempo para aclarar lo que no entienden.
No sé si te interesa lo que te he hecho llegar. Y, si me permites, quisiera que dijeras algo sobre el texto -si te lo permite el trabajo y el tiempo, o si quieres-. Con afecto.

Cuando uno ve que el pensamiento y el pensador es lo mismo, es cuando llega el orden. Y en el orden va todo incluido: la correcta alimentación, la actividad adecuada, el descanso que se necesita.

Pero, entonces se genera el orden que hace todo eso que nosotros no hacemos: cuidar el cuerpo, ser diligente con lo que se hace. Tener orden, sin hacer nada todo se hace, todo queda hecho. Porque el orden es atención a todo lo que sucede, responder a lo que sucede.

Por eso, cuando uno ve que el centro es el 'yo', mi nación, mi familia, mi idea política o religiosa, etc., todo eso queda descartado y es cuando llega el orden.

Todo eso es verdad. Y, ¿qué hacemos nosotros ahora con nuestras vidas, con nuestra manera de vivir? Porque el reto es nuestro, no del que lo ha dicho y escrito en una frase bonita –pues eso no tiene ningún valor, ya que siempre está ahí y uno lo puede ver-. El problema somos nosotros, no lo que los otros digan, no cómo vivieron y lo que hicieron. Ahora y siempre el problema soy yo. Y soy yo el que lo tiene que resolver.

Es más importante vivir las enseñanzas que divulgarlas.

El 'yo' es el que nos hace iguales, de la misma manera. Si no hay 'yo' no hay centro, ni mi persona u otra.

El singular de las personas -que es una ilusión- está en la capacidad de ver. Uno ve algo con un microscopio y tiene una información. Pero otro ve también algo con otro microscopio, más potente o menos potente, por lo que la esencia de la información es la misma. Aunque la información puede ser más detallada y extensa o no.

Si, Vicky, ¿si no se viven las enseñanzas qué sentido tiene divulgarlas? Sería todo hipocresía, patético y ridículo, como unos loros repitiendo y repitiendo.

En toda asociación, existe el germen de la corrupción.

Unos ciegos de nacimiento fueron convocados para que tocaran un elefante. Y se les preguntó, ¿qué es un elefante para ti? El que tocó la pierna dijo que era la pierna. El que tocó la trompa dijo que la trompa, etc. Eso es lo que hacemos todos. Pero solamente hay una realidad que afecta a todos y a todo.

El desarrollo mental lleva implícito la paciencia, el respeto, etc.

El problema de un nacionalista es que hay otro nacionalista como él. Por tanto, si no hay un respeto mutuo, se genera división y conflicto. Y para que ese conflicto se desactive, ha de haber libertad para poder resolverlo. Es como un matrimonio o pareja, que al tiempo uno decide que no quiere proseguir con esa relación. Las leyes, las antiguas promesas, las deudas afectivas  y responsabilidades, los impedimentos, todo eso no tiene ningún valor ante la libertad, el sentirse libre.
Los nacionalismos, mientras no se metan entre ellos, no hay ningún problema. Pero cuando uno quiere dominar y obligar a otro, entonces se desencadena el odio, la rabia, la violencia y la guerra. Porque detrás de ese domino existe la explotación en todos sus aspectos más negativos: humillación, infravaloración, banalización del otro, apropiaciones indebidas, robos.
Ser nacionalista no es el problema, el problema es la falta de inteligencia en el sentido de saber que cuando uno quiere dominar a otro, es tan desafortunado que no se da cuenta que está provocándose problemas. Eso se ve claramente con los vecinos, nadie puede dominar a otro. Y el que lo intenta, es tratado como un loco, subdesarrollado mentalmente, falto de empatía e inteligencia. Pues la inteligencia es amor. Y el amor es no querer hacer ningún daño a otro. Y si uno no quiere proseguir con una relación, un tratado, un contrato, pues no hay ningún problema, ya que hay libertad de elegir lo que más le conviene. Si uno quiere obligar a otro, los dos van a sufrir la amargura del odio, los insultos, las ofensas que no tienen fin.

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