Total que somos racistas, somos
xenófobos, queremos que los demás hagan lo que nosotros queremos. Y los que no
lo hacen queremos destruirlos. Pues eso es ser racista: cuando uno discrimina y
rechaza a otro por su color de piel, porque es diferente a nosotros, lo estamos
destruyendo. Es tanto, el odio que se
tiene al otro que no ve el daño que provoca y genera.
Hasta que uno no se dé cuenta que
uno es todos, que forma parte de una unidad indivisible. No verá lo qué es y lo
que tienen que hacer.
Todo lo que existe forma parte de
todo. Creer que algo es más importante, es ignorancia.
“Mientras los islamistas
musulmanes arman su griterío violento los monjes budistas aparentan marchar en
silencio, pero ¿Será ese silencio real también en su mente y conciencia?”
Esa pregunta se responde por si
misma: el que ve es lo visto. Si vemos un ser humano eso es lo mismo que
nosotros, se diga lo que se diga y se haga lo que haga. Porque tiene y
participa de la misma mente común a todos.
El escrito que le envié iba
dirigido a Soledad Becerril. Era, es, una información personal, como la de un
amigo. No hay ni queja ni denuncia ni reclamación alguna.
El problema es: ¿Tú estás
dispuesto a pasar de tu bandera, de tu tierra, de tu lengua, de tu manera de
vivir? Porque si les decimos a los otros que pasen, pero nosotros no lo hacemos
eso es una dictadura. Es decir, el problema es mi 'yo'. Y el problema del otro
es su 'yo'. Decir: 'Yo sí que puedo, pero tú no puedes y no te dejaré'. ¿Eso dónde
encaja en la inteligencia?
Parecemos diferentes en aspectos
y maneras, pero internamente somos iguales. Porque participamos de la misma
mente global. Uno puede sentir dolor y hacer un escandalo, un grave problema,
deprimirse, ir al psiquiatra, etc. Y otro siente ese mismo dolor, pero lo
comprende, vive con él y no hace tanto ruido como otro.
Bibiana, gracias por todo lo que
has hecho para que lleguen a los destinatarios lo que les dirijo. Me gusta todo
el diálogo. Pues nadie ha tenido un diálogo conmigo como lo hacemos. Quizás, es
que van demasiado agobiados para poder tener algo de tiempo para aclarar lo que
no entienden.
No sé si te interesa lo que te he
hecho llegar. Y, si me permites, quisiera que dijeras algo sobre el texto -si
te lo permite el trabajo y el tiempo, o si quieres-. Con afecto.
Cuando uno ve que el pensamiento
y el pensador es lo mismo, es cuando llega el orden. Y en el orden va todo
incluido: la correcta alimentación, la actividad adecuada, el descanso que se
necesita.
Pero, entonces se genera el orden
que hace todo eso que nosotros no hacemos: cuidar el cuerpo, ser diligente con
lo que se hace. Tener orden, sin hacer nada todo se hace, todo queda hecho.
Porque el orden es atención a todo lo que sucede, responder a lo que sucede.
Por eso, cuando uno ve que el centro
es el 'yo', mi nación, mi familia, mi idea política o religiosa, etc., todo eso
queda descartado y es cuando llega el orden.
Todo eso es verdad. Y, ¿qué
hacemos nosotros ahora con nuestras vidas, con nuestra manera de vivir? Porque
el reto es nuestro, no del que lo ha dicho y escrito en una frase bonita –pues
eso no tiene ningún valor, ya que siempre está ahí y uno lo puede ver-. El
problema somos nosotros, no lo que los otros digan, no cómo vivieron y lo que
hicieron. Ahora y siempre el problema soy yo. Y soy yo el que lo tiene que
resolver.
Es más importante vivir las
enseñanzas que divulgarlas.
El 'yo' es el que nos hace
iguales, de la misma manera. Si no hay 'yo' no hay centro, ni mi persona u
otra.
El singular de las personas -que
es una ilusión- está en la capacidad de ver. Uno ve algo con un microscopio y
tiene una información. Pero otro ve también algo con otro microscopio, más
potente o menos potente, por lo que la esencia de la información es la misma.
Aunque la información puede ser más detallada y extensa o no.
Si, Vicky, ¿si no se viven las
enseñanzas qué sentido tiene divulgarlas? Sería todo hipocresía, patético y
ridículo, como unos loros repitiendo y repitiendo.
En toda asociación, existe el
germen de la corrupción.
Unos ciegos de nacimiento fueron
convocados para que tocaran un elefante. Y se les preguntó, ¿qué es un elefante
para ti? El que tocó la pierna dijo que era la pierna. El que tocó la trompa
dijo que la trompa, etc. Eso es lo que hacemos todos. Pero solamente hay una
realidad que afecta a todos y a todo.
El desarrollo mental lleva
implícito la paciencia, el respeto, etc.
El problema de un nacionalista es
que hay otro nacionalista como él. Por tanto, si no hay un respeto mutuo, se
genera división y conflicto. Y para que ese conflicto se desactive, ha de haber
libertad para poder resolverlo. Es como un matrimonio o pareja, que al tiempo
uno decide que no quiere proseguir con esa relación. Las leyes, las antiguas
promesas, las deudas afectivas y
responsabilidades, los impedimentos, todo eso no tiene ningún valor ante la
libertad, el sentirse libre.
Los nacionalismos, mientras no se
metan entre ellos, no hay ningún problema. Pero cuando uno quiere dominar y
obligar a otro, entonces se desencadena el odio, la rabia, la violencia y la
guerra. Porque detrás de ese domino existe la explotación en todos sus aspectos
más negativos: humillación, infravaloración, banalización del otro, apropiaciones
indebidas, robos.
Ser nacionalista no es el
problema, el problema es la falta de inteligencia en el sentido de saber que
cuando uno quiere dominar a otro, es tan desafortunado que no se da cuenta que
está provocándose problemas. Eso se ve claramente con los vecinos, nadie puede
dominar a otro. Y el que lo intenta, es tratado como un loco, subdesarrollado
mentalmente, falto de empatía e inteligencia. Pues la inteligencia es amor. Y
el amor es no querer hacer ningún daño a otro. Y si uno no quiere proseguir con
una relación, un tratado, un contrato, pues no hay ningún problema, ya que hay
libertad de elegir lo que más le conviene. Si uno quiere obligar a otro, los
dos van a sufrir la amargura del odio, los insultos, las ofensas que no tienen
fin.
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