miércoles, 19 de septiembre de 2012

Escritos y publicaciones 20-9-2012



Si tú ves algo que es negativo, ¿qué importa lo que digan los demás, si es o no lo es, si estoy errado o en lo cierto? Ya te has olvidado que el verdadero y único problema que tenemos somos nosotros mismos, lo que tenemos dentro, lo que hacemos en cada acto. Y es preciso estar al tanto de lo que somos internamente, porque eso que somos al exteriorizarse, va a ser definitivo y capital para nuestra vida y la de los demás. Nos hemos de atener a los hechos y no inventar y jugar con no-hechos.

Por eso no existe ni el pasado ni el presente ni el futuro. Sólo existe el ahora, lo que está sucediendo. Pero para que el ahora sea, hay que comprender la vida, hay que comprender cómo funcionan nuestras mentes. Y, entonces, si uno es afortunado y sensible, tal vez esa eternidad llegue.

Para que algo sea en realidad -escuchar, ver, caminar, leer, cocinar, etc.-, solamente hace falta que no exista división alguna entre eso que hacemos y nosotros. Si eso es así, ahí está la atención total que es amor.

Los extremos engendran peligros. Por eso, observa la realidad, tu realidad, y con ella lo que dicen los demás, cómo te miran y se relacionan contigo. Y decide cuál va a ser tu actitud ante los retos, los hechos de la vida.

Cuántas ganas de jugar y pasar el tiempo entretenidos en un espectáculo de vanidad. Prueba de ello es que se a puesto de moda en occidente por las fotos que le han hecho. Y toda la superstición, la ignorancia y el engaño van con ello. Parecen que sean las fallas de Valencia, España, donde los grandes y costosos monumentos de madera, cartón y polietileno, después de unos días de exhibición se queman como final de todo el espectáculo. Que se ha convertido en un negocio turístico.

Todo es cuestión de creérselo o no, Juan Carlos. Ese es tu problema. Las palabras se gastan y pierden su frescura y vivacidad. Si tú puedes ir donde ellas no llegan, entonces eres afortunado.

Las palabras son limitadas y no pueden llegar a donde nosotros queremos que lleguen, que es más allá de ellas. Lo siento José Luis, si no te satisface lo que te digo.

Es curioso esos anticuados inmorales y corruptos que hablan de la libertad para ellos, pero esa misma libertad no la dan a los otros. Ellos son ricos y poderosos, viven de lisonjas, como los dictadores, de sus lacayos temerosos y egoístas. Pero son tan torpes y superficiales, que son capaces de desencadenar el desastre de la violencia. Aunque los que los apoyan y sostienen, esos son los culpables de tanto desorden y egoísmo.

Es curioso esos anticuados inmorales y corruptos que hablan de la libertad para ellos, pero esa misma libertad no la dan a los otros. Ellos son ricos y poderosos, viven de lisonjas, como los dictadores, de sus lacayos temerosos y egoístas. Pero son tan torpes y superficiales, que son capaces de desencadenar el desastre de la violencia. Aunque los que los apoyan y sostienen, esos son los culpables de tanto desorden y egoísmo.

Una persona que le gusta la vida, que es sensible, todas las músicas son excelsas. Pero hay una que es la más vibrante y única, la música que la vida por ella misma la compone y propaga: los cantos de los pájaros, los rugidos y las voces de los animales, los ruidos y rumores del viento, todo lo que generamos y hacemos las personas, los relámpagos y los truenos, la que hacen las máquinas, etc. Solamente para gozar de esa música sin igual, hace falta tener paz de espíritu, vibrar por toda la vida. Es cuestión del apetito que tengamos por la vida, de la frescura que seamos capaces de generar en nuestras mentes.

Cuando te dieron el premio Nobel quise escribirte, pero no lo hice, en un acto de renunciamiento. Pero ante las declaraciones tuyas de hace unos días arremetiendo otra vez contra las peticiones de libertad de millones de personas, es cuando me he decidido a escribirte. Antes que nada quiero decirte, que el premio Nobel, es una vulgaridad -tan vulgar y corrupto como el establishment- como cualquier otra. Te conozco -aunque nunca he leído ningún libro tuyo- desde hace muchos años. Y sé que eres una persona que le gusta estar en el poder, por eso te presentaste a unas elecciones en Perú, para ser presidente.
¿Por qué reclamas la libertad para ti y para los tuyos y no quieres que los otros tengan la misma libertad que tú tienes? Eso es la negación de la inteligencia: yo, M. Vargas, sí que puede tener la libertad para hacer lo que creo que necesito, pero tú -los demás- no puedes hacerlo y no te dejaré. ¿Qué es esto, sino cosa de personas ricas y poderosas: reyes y príncipes -por eso eres tan amigo de ellos-, de papas, de banqueros, etc.? Pero, eres tan ignorante que crees que los demás se van a aterrorizar por las personas que son como tú, que reprimen la libertad. Y como eres tan ignorante, no te das cuenta que para reprimir la libertad de los otros, de los demás, has de necesitar a los hombres armados: policías, ejército, guardaespaldas, espías y saboteadores. ¿Es así cómo quieres vivir, siempre rodeado de policías, de guardaespaldas, siempre viéndote con las mismas personas poderosas, todas ellas corruptas como tú?
 Te vuelvo a decir: Hablas de libertad para ti y tus compañeros. Pero, niegas la libertad de los que también quieren ser libres de la opresión de los demás que los dominan y los explotan, humillan desde hace tantos años, toda la vida. ¿No crees que esto se absurdo, hipócrita, cruel?

Aunque eso es verdad, aquí hay un error de vanidad, de ego. No se ha tenido en cuenta que el observador es lo observado: yo soy tú, y tú eres yo. Todos somos esencialmente iguales psicológicamente, seamos orientales como occidentales. Todos participamos de todo, nadie se escapa. Todo lo demás, los que dicen que están liberados, en el Nirvana, todo es una ilusión y un engaño.
                                              
Todo esto tiene su peligrosidad, porque la vida es un peligro que nos tiene que matar cuando nos llegue la hora. Pero, no hay ningún problema en actuar con plena libertad. Porque el actuar con libertad o no, siempre genera un caos. Y de ese caos llega un orden. Y luego ese orden vuelve a generar otro caos, que nos lleva a otro orden. Y así es el juego sin fin de la vida.

Si crees que vas a ser el dueño de tu mente, es que te lo crees. Es decir, eres un ignorante. La mente, como la vida que es, es ingobernable.

Peleamos, nos destrozamos porque creemos que tenemos la razón. Por lo que el destino está clavado: si uno no quiere pelear, defenderse ni atacar, se ha de dejar morir por los demás. Que lo maten o no, eso no depende de nosotros.

¿Tan sabio qué era y tanto tiempo le costó de darse cuenta que siempre es preciso, se necesita más paciencia? La paciencia es precisa porque no comprendemos ni aceptamos lo que la vida nos trae. Cuando uno comprende, la paciencia no existe, porque no se necesita.

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