Lo que determina los que es uno
son los hechos. Los susurros, lo que pensamos y decimos, tiene escaso valor.
Gracias por tu contestación tan
completa y clara.
Solamente voy a añadir, que la
corrupción es hacer daño a otro. Por tanto, eso no se puede practicar, porque
para vivir hay que hacer algún daño a alguien. ¿Estás de acuerdo? Pero, no por
eso hemos de tener carta blanca para hacer lo que queramos. Todos somos
corruptos, pero unos se pasan. Y entonces los que os dedicáis a la política, y
tenéis autoridad, vuestra corrupción puede ser muy escandalosa. Porque, a
vuestro mando tenéis el dinero de todos, tenéis mucho poder, la posibilidad de
que la policía o los militares actúen, etc. Y por eso, es que un político es
potencialmente corrupto en el sentido que te he explicado.
Por eso, si uno quiere
profundizar en la vida y su comportamiento más adecuado, uno tiene que
descartar la política. Y hacer él por su cuenta todo eso que deberían hacer los
políticos y no hacen: ser honestos y no corruptos.
He leído tu escrito de hoy, ‘Se
salifica el mar’. Gracias
La solución que das para que
descienda la salificación del mar -drástica reducción de las emisiones de CO2-
parece una llamada vana y sin efecto. Porque, para reducir el CO2 de la
atmósfera, hay que cambiar la manera de vivir. Es decir, consumir menos: menos
consumo de gasolina, lo que quiere decir menos viajes y actividad comercial.
¿Crees tú que la mayoría de las personas, acostumbradas a vivir derrochando y
consumiendo para devorar lo que sea, van a poder soportar una manera de vivir
más racional y austera? Creo que no.
Y por eso es que andan como locos
buscando un planeta para ir preparándolo para cuando este ya no sirva. Lo
último que han conseguido es transformar la atmósfera de un planeta generando bacterias
y alterar la humedad. Y a partir de ahí a ver que pasa. O sea, que tu llamada
puede que sea no efectiva en términos de solución real.
He leído tu escrito columna, 'El
15-M abre el código', publicado ayer. Gracias.
Creo que el movimiento 15M de los
ocupas de las plazas y calles, como protesta por las condiciones económicas y
la corrupción de políticos y banqueros, fue como una manifestación callejera.
Pues aunque duraran tanto tiempo acampados día y noche, en sí llevaba su no
operatividad práctica, es decir el fracaso para algunos que habían depositado
alguna esperanza de que saliera algo que cambiara el actual panorama político
convencional.
Porque, para ser político y tener
algún cargo en los ayuntamientos, en el gobierno, etc., hay que ser corruptos.
Porque, como la corrupción se ha convertido en una dinámica aceptada, mientras
no se cambie esa práctica corrupta de proceder, la administración se colapsaría
porque no puede funcionar sin corrupción. Ese es el problema. Para que la
corrupción desaparezca de la administración y la política habían de cambiar
todos a la vez. Y aceptar el nuevo código de conducta que no aceptara la
corrupción, que es la mentira, el robar, el aprovechamiento de las
circunstancias favorables para un beneficio personal.
¿Pueden cambiar todos a la vez?
Eso nunca se ha visto y no parece probable. Porque todos se han acostumbrado a
vivir robando, aprovechándose de la coyuntura de estar en el poder y así
aprovechar y sacar beneficios que están fuera de ley. La ley hasta cierto punto
es adecuada. Pero es que no se respeta la ley. Empezando por: ¿Cuántos entran
puntuales a trabajar y no pierden el tiempo? ¿Cuántos rechazan regalos y
obsequios de alguien que tiene pendiente algún trámite para resolver? Y cuando
entramos en el ámbito del dinero, entonces ahí si que nos perdemos.
Por tanto, el movimiento del 15M,
sólo sirvió como humillación al establishment, como siempre pasa en las huelgas
y manifestaciones. Nada más. Nada nuevo. Porque si entrara en el poder, en
política, se haría rígido, inflexible, cruel, corrupto, como toda organización,
institución u organismo.
Los sacerdotes para serlo han de
servir al poder. Sino el poder los dejaría fuera de los beneficios que el poder
les da.
Ahora mismo aquí en España, el
nuevo gobierno de derechas ha decidido que la televisión pública -TVE-, vuelva
a retransmitir corridas de toros, donde se torturan y asesinan a los toros. A
lo que vamos, nunca he visto que la iglesia católica alzara la voz a favor del
toro, para defenderlo, una criatura de la providencia, de dios como dicen
ellos. ¿Por qué no lo hacen? Pues porque desde el rey, su hijo y su nuera,
pasando por el presidente del gobierno, asisten a las corridas de toros
complacientes y festivos. Solamente hay tres partidas presupuestarias que no
han sufrido recortes sustanciales o ninguno: la asignación del rey, el
ministerio de la guerra -ellos dicen defensa- y la iglesia católica. Todos los
demás ministerios: sanidad, educación, cultura, investigación, pensiones,
seguridad social, todas han sufrido recortes sustanciales. La iglesia católica
calla como siempre que le conviene. Y en el Vaticano, todo es peor: banqueros
que se suicidan, beneficios por venta de armas, palacio de verano, mentiras y
falsedades, superstición e idolatría por adoración de imágenes de piedra y de
madera, pinturas, etc.
Llegamos tan bajo porque también
somos animales. Solamente hay que empezar por hacer una barbaridad y la
pendiente hacia el abismo está ya trazada. ¿Podemos salir de esa pendiente de
la animalidad? Hemos de demostrárnoslo.
Esto es corrupción -hacer daño a
otro-. Si es por negligencia o confusión. Ya lo tendrían que haber subsanado.
Digamos lo que digamos, la
palabra guerrero es definitiva. Es tan contundente como ladrón, como engaño,
etc. ¿Por qué usar esa palabra? ¿Para darnos coraje? Pero, ¿aún necesitamos más
coraje todavía? ¿Para qué, para seguir haciendo maldades?
Lo que sucede es que cuando uno
toma drogas, se pone en trance y todo lo que se diga en ese momento queda bien.
Pero cuando sales de ese ámbito del trance, todo vuelve a ser lo que siempre ha
sido: un guerrero es un guerrero, el que hace la guerra para conseguir algo.
La ciencia tiene un problema que
es la moral, el de tener que enfrentarse a la verdad. Es decir, el científico
es como un carpintero, una oficinista, una abogada o una escritora, etc. Cada
una de las personas tiene que tener la percepción clara para darse cuenta que
haga lo que haga nunca llegará a un fin, porque todo es infinito. En un grano
de arena se puede ver un universo, si tuviéramos una lente capaz de
mostrárnoslo. Pero ese universo en un grano de arena puede ser en el aspecto
macro o en el micro. Es decir, que uno tiene que ver las implicaciones que hay
al investigar hasta un cierto punto, porque si no nos tropezamos con el
absurdo. Y todo queda en palabras, en una idea, en una especulación, en un
entretenimiento.
Cuando el reto del ahora es mi
confusión y mi conflicto, que genera el hambre de los miserables y los pobres,
son las bombas que caen encima de ciudades donde viven seres humanos, es la
vida de estupidez y superficialidad, de vanidad y de entretenimiento.
Todo lo que hagamos no tiene fin
ni tope. Por lo que, si no hay moralidad, ausencia de corrupción, llega el
desorden y el desastre. La corrupción es hacer algún daño. Y la ciencia ha
hecho y hace también daño: fabricar y crear armas mortíferas y destructivas, no solamente las bélicas. Y esto es así,
porque los fabricantes e inventores están divididos y en conflicto. Por eso el
problema de la ciencia, el del ser humano, es moral.
Ese es el reto: que mientras una parte
de la humanidad pasa hambre, muere por ello, la otra parte echa la comida a la
basura, derrocha como si estuviera enloquecida. No creamos que estamos libres
de responsabilidad, pues todos podemos hacer algo para que este drama no continúe.
Pues el drama de la miseria humana, no solamente la del hambre, tiene la raíz en
la división y el conflicto interno que cada uno de nosotros tenemos. Y hasta
que no haya sido comprendido he ido más allá de él, nosotros también seremos
responsables de ese horror que es el hambre y todo lo que ello genera y provoca
de humillación, de perversión, en la relación entre las personas.
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