La espiritualidad es una
palabra más para designar el mundo de la liberación, la iluminación,
la ausencia del "yo", la compasión y el amor.
Que exista o no, eso es
cosa de cada cual. Porque sería tanto como preguntar: ¿existe la
libertad? ¿Tú qué dices Doug?
Hay que vivir la vida.
Creo que el mencionar a
dios, la palabra, lo complica todo. Porque dios está más allá de
todo lo que digamos o no digamos, más allá de toda palabra, idea o
teoría. Y como con palabras no podemos expresar aquello que está
más allá de ellas, lo que digamos hace que sigamos confundiéndonos.
Y fruto de esa totalidad,
que es la vida, se dice que hay libre albedrío, libertad. Pero al
mismo tiempo, también se dice que los pelos de tu cuerpo están
contados, ninguna hoja se mueve sin la voluntad del universo. Por lo
que hablar de todo esto sirve de poco.
Lo que nos tiene que
importar es ver donde está lo falso y negativo y descartarlo. Y lo
negativo es todo lo que genere y cause dolor y sufrimiento a nosotros
mismos y a los demás.
Si uno no quiere nada, si
está vacío de deseo y vanidad, la cosa cambia.
Descartar es muy sencillo
cuando estamos completamente atentos y despiertos a todo lo que
sucede. ¿Podemos tener esa atención profunda en la que el ver algo
negativo o no y actuar en ese preciso instante es lo mismo, sin que
haya en ello tiempo alguno entre el ver y actuar?
Si vemos un peligro, como
cuando estamos en un alto edificio y miramos por la ventana hacia
abajo, como cuando vemos un animal salvaje, ¿verdad que la acción
es inmediata, sin que medie el pensamiento? Entonces, el problema es
ver por qué no tenemos esa intensidad en cada reto y acto de
nuestras vidas. ¿Será por qué lo tenemos todo, vivimos en la
abundancia, por insensibilidad e indolencia? El reto es conocernos a
nosotros mismos tal cual somos y a partir de ahí todo cambiará. Es
muy fácil si puedes verlo, Fernanda.
También te doy la
bienvenida por confiar en mí. Es una alegría que todo funcione
bien, o de la mejor manera pos¡ble. ¡Qué no nos falte la dicha,
pase lo que pase! Hasta otra, Mar.
Daniel,
serías tan amable de volver a enviarme la dirección donde tendría
que haber enviado mis e-mails que tú has recibido; pues, recibo unos
cincuenta cada día. Y, ayer estuve una media hora buscándolos pero
me fue imposible encontrarlos. También te comunico, que solamente
llevo un año y medio con ordenador; y todo esto para mí es muy
complicado, salvo lo que más uso que es escribir, leer, copiar y
pegar.
Acabo
de llamarte por teléfono, por dos veces, y sale un grabación de
voz, sin opción para dejar algún mensaje.
Siento
mucho lo ocurrido, por lo que ruego que aceptes mis disculpas.
Con
afecto y con cariño.
Para
saber cómo fueron todas las guerras pasadas, hay que ver como son en
la actualidad, ahora. Pues, la guerra siempre tiene el mismo
paradigma: el egoísmo, donde el animal que llevamos dentro se
manifiesta en todo su esplendor.
Es
una ilusión la división entre razas, clanes familiares, tribus,
nacionalismos, etc.; de la misma manera, que es una ilusión creer
que yo soy diferente de ti. Se siente una grandiosa maravilla cuando
uno comprueba y vive, que no existe la división en el ámbito
psicológico entre las personas.
Por
eso, el vencedor no es sólo el que se dice que vence, ni el perdedor
el que pierde, sino que hay todo una trama, como un puzle, donde todo
está unido y encajado. Cuando alguien pierde una guerra, es porque
la gran mayoría quiere que la pierda. Es decir, los actores
invisibles para la persona normal y corriente, se conjugan para
vencer. No es posible vencer en solitario, eso no sucede.
En
las guerras más recientes es donde se ve claramente -porque de una
manera o de otra las vivimos- el efecto unitario de una gran
coalición contra una minoría -que no lo es tanto, aunque no tiene
el poder del vencedor-: la ex Yugoslavia, donde todos estaban contra
ella, excepto el bloque comunista; Irak, donde el país más
poderoso, y por tanto el más bélico, se las arregló para que todos
lo poyaran al declararle la guerra e invadirlo, derrocar y eliminar a
sus dirigentes; Libia, donde, todo el poder occidental –Europa,
EEUU, OTAN, ONU- en poco tiempo derrocaron y aniquilaron el viejo
régimen y poder.
Y
por eso, es como una distracción y un entretenimiento el escrutar
quién tuvo más culpa, quién se merecía ganar, porqué se ganó,
etc. Cuando la guerra nace dentro de nosotros; y es a eso, a lo que
tenemos que invertir toda nuestra energía. Pues, si no solucionamos
esa guerra que todos tenemos dentro, ella sale fuera y ser manifiesta
en nuestro alrededor, en la sociedad donde vivimos, ya sea con la
esposa, con los hijos, con los compañeros de trabajo, con el
político, con los que no comparto su manera de encarar la vida.
Para
que no haya guerra, hemos de vivir en el vacío, en la nada, donde
uno es un ser humano sin nacionalismo, sin fronteras, donde la
palabra extranjero no tenga ni valor ni sentido; vivir sin ninguna
creencia, ya sea religiosa, política o de otra índole, vivir
sintiendo el dolor de los que no tienen en cuanto apenas nada para
sobrevivir ni para poder enfrentarse a la vida por su falta de
energía, de educación y de instrucción. Porque, mientras haya
división, la guerra está ahí, está en uno. Sé que el precio para
vivir vacío de lo que genera la división y la guerra, puede ser muy
alto y caro. Pero, si uno siente todo el dolor de lo que son las
guerras, con su violencia y destrucción, donde se asesina en masa,
no pensará en el precio. Porque esa misma visión de la maldad en
toda su profundidad hasta la raíz, es la que nos hace actuar de
inmediato. Pues cuando uno ve con claridad, con toda su atención,
con todos sus nervios, con todo su corazón, en ese ver hay acción
total e inmediata, donde no hay división entre el ver y el actuar ya
que es la misma cosa. Y, en esa acción, en ese vacío, está el
orden que es compasión y es amor.
No
se trata de llegar a una etapa, nivel o plano. Lo que se trata es de
ver claramente lo que sucede, ver claramente el reto que es saber que
hay violencia y guerra en todas partes -aunque en todas no sea una
guerra con aviones y bombardeos-. ¿Por qué no podemos ver tan
claramente, con toda la intensidad que da la absoluta y total
atención? ¿Es por qué trabajamos demasiado y estamos ofuscados, es
porque tenemos alguna actividad que nos tiene atrapados -sexo, droga,
música y fiestas, viajar sin cesar, hablar a todas horas, estar
siempre rodeados por personas? Descúbrelo, Mangallesh, y observa lo
negativo como si fuera un veneno, un precipicio donde si caes ahí
está la muerte.
En verdad parece que todo sea como el pez que se come su cola. Pero, cuando ves ese hecho puedes dejar de morderte la cola, como hay personas que se muerden la uñas y un día deciden que ya no se las muerden más. Entonces, ¿qué es lo que queda? Ver que tenemos ganas de comernos la cola y mordernos las uñas, pero no lo hacemos porque hemos visto que eso es una tontería, una pérdida de tiempo y algo dañino para nosotros. Pero lo hemos visto a tal intensidad, con tanta claridad, donde ha participado todo mi ser, con mis nervios y mi sangre, de manera que el ver y la acción son una misma cosa.
En verdad parece que todo sea como el pez que se come su cola. Pero, cuando ves ese hecho puedes dejar de morderte la cola, como hay personas que se muerden la uñas y un día deciden que ya no se las muerden más. Entonces, ¿qué es lo que queda? Ver que tenemos ganas de comernos la cola y mordernos las uñas, pero no lo hacemos porque hemos visto que eso es una tontería, una pérdida de tiempo y algo dañino para nosotros. Pero lo hemos visto a tal intensidad, con tanta claridad, donde ha participado todo mi ser, con mis nervios y mi sangre, de manera que el ver y la acción son una misma cosa.
Ir a lo positivo es darle
la dirección y el mando al "yo". Porque el "yo" solamente
puede existir en lo conocido, lo que decimos que es lo "positivo".
Por eso, el "yo" no puede ser al encarar los retos
negativamente. La negación de lo conocido es negar al “yo”,
hacer que desaparezca.
Cuando el observador no
existe, el dolor en el ámbito psicológico se transforma en energía,
desaparece y ya no existe. Ya que el dolor psicológico siempre es
del “yo”. Aunque el dolor físico si que persiste, aunque tenga
otra dimensión de aceptación, de comprensión, de unión con él.
El esfuerzo tiene su raíz
en el daño, en la crueldad. Si tú ves la necesidad de hacer algo
como atender a una persona que quiere decirte algo, ¿por qué
habrías de esforzarte? Si lo haces, te harás daño a ti y a la
persona que quiere decirte algo.
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