En toda pregunta hay
algo de agresividad. Porque puede que al que le preguntamos no quiera que se le
pregunte eso que se le ha preguntado.
algo de agresividad. Porque puede que al que le preguntamos no quiera que se le
pregunte eso que se le ha preguntado.
Si uno sabe renunciar a las preguntas molestas, todo lo que queríamos saber se
manifiesta ante nosotros sin necesidad de preguntas y respuestas. Y si no
aparece no pasa nada, pues nosotros no tenemos ninguna autoridad para creer que
podemos solucionarlo todo.
Las palabras tienen escaso valor -solo comunican algo material-, porque cuando
se pronuncian en realidad no es eso que se dice. Las palabras son el altavoz
-como los periodistas que añaden o esconden según les convenga- de los
pensamientos, de la mente. Y cuando se pronuncian toda la fuerza y vitalidad de
la vida se pierde, porque ya son el pasado.
Y el pasado colisiona
con el presente, con el instante, el ahora, de ahí que todo se confunde. Pues
si hay división, conflicto, la inteligencia y la sabiduría no pueden operar.
con el presente, con el instante, el ahora, de ahí que todo se confunde. Pues
si hay división, conflicto, la inteligencia y la sabiduría no pueden operar.
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